La Comunidad de Madrid atesora algunos de los lugares más curiosos de la geografía española. En esta primera entrada, os traigo un lugar al que envuelve un halo de misterio, incluso un tanto estremecedor. Es el Monumento a los Ojos de Ambite.
Ambite, es una pequeña localidad del Este de la Comunidad de
Madrid, ya casi frontera con la vecina Guadalajara. Apenas e injustamente
conocido, este pueblo de no más de 700 habitantes, guarda un par de tesoros que
bien merece una visita. Estos son el maravilloso Palacio barroco de los Duques de Legarda, del Siglo
XVII, y sobre el proporcionando una de las mejores sombras de las que he tenido
ocasión de disfrutar; la encina milenaria de Ambite.
Pero el verdadero tesoro de Ambite, o al menos el que más
llama la atención, se sitúa a unos dos kilómetros del pueblo. En el cruce entre
la M-204 y la M-215, hay algo que llama poderosamente la atención.
Tres arcos de medio punto rematados con espadaña, se
esconden sin éxito entre una frondosa arboleda. Cómo me gustaría ser un
inesperado viajero, y descubrir por casualidad esta majestuosa puerta que por
lo visto no conduce a ninguna parte. Y correr a investigarlo.
Cuando nos aproximamos la sorpresa se torna mayúscula. El monumento en sí, está cubierto de arriba a abajo de azulejos, finamente decorados, con motivos en un principio diversos y sin hegemonía alguna. Pero no es así, hay algo inquietante en ellos. En todos de una manera u otra, aparecen mencionado o representados: Ojos.
El monumento a los ojos de Ambite, fue construido por Federico Díaz Falcó, en la década de los 60. Federico, vecino de Ambite, fue una singular persona para su tiempo. Viajero incansable, fue uno de los primeros españoles en llegar al Polo Norte. En su extraño currículo, también figura haber sido campeón de lanzamiento de barra castellano, y autor de algunos curiosos libros. Pero su mejor y más extraño legado fue el monumento que construyo a las afueras de su pueblo.
Cuando nos aproximamos la sorpresa se torna mayúscula. El monumento en sí, está cubierto de arriba a abajo de azulejos, finamente decorados, con motivos en un principio diversos y sin hegemonía alguna. Pero no es así, hay algo inquietante en ellos. En todos de una manera u otra, aparecen mencionado o representados: Ojos.
El monumento a los ojos de Ambite, fue construido por Federico Díaz Falcó, en la década de los 60. Federico, vecino de Ambite, fue una singular persona para su tiempo. Viajero incansable, fue uno de los primeros españoles en llegar al Polo Norte. En su extraño currículo, también figura haber sido campeón de lanzamiento de barra castellano, y autor de algunos curiosos libros. Pero su mejor y más extraño legado fue el monumento que construyo a las afueras de su pueblo.
De los 251 azulejos que cubrían el monumento, a día de hoy,
han desaparecido unos 30. La obra languidece y ha sido vandalizada concienzudamente.
Lo más desconcertante es que el objeto de los desperfectos se centra en los
propios ojos, como si alguien no quisiera ser observado.
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